Viernes 29 - Viernes Santo de la Pasión del Señor. Rojo.
PRIMERA LECTURA
Is 52, 13-53, 12
Lectura del libro de Isaías.
Sí, mi Servidor triunfará: será exaltado y elevado a una altura
muy grande. Así como muchos quedaron horrorizados a causa de él, porque estaba
tan desfigurado que su aspecto no era el de un hombre y su apariencia no era más
la de un ser humano, así también él asombrará a muchas naciones, y ante él los
reyes cerrarán la boca, porque verán lo que nunca se les había contado y
comprenderán algo que nunca habían oído. ¿Quién creyó lo que nosotros hemos
oído y a quién se le reveló el brazo del Señor? Él creció como un retoño en su
presencia, como una raíz que brota de una tierra árida, sin forma ni hermosura
que atrajera nuestras miradas, sin un aspecto que pudiera agradarnos.
Despreciado, desechado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al
sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro, tan despreciado, que
lo tuvimos por nada. Pero él soportaba nuestros sufrimientos y cargaba con
nuestras dolencias, y nosotros lo considerábamos golpeado, herido por Dios y humillado.
Él fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades.
El castigo que nos da la paz recayó sobre él y por sus heridas fuimos sanados.
Todos andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, y el
Señor hizo recaer sobre él las iniquidades de todos nosotros. Al ser
maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca: como un cordero llevado
al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no abría su boca.
Fue detenido y juzgado injustamente, y ¿quién se preocupó de su suerte? Porque
fue arrancado de la tierra de los vivientes y golpeado por las rebeldías de mi
pueblo. Se le dio un sepulcro con los malhechores y una tumba con los impíos,
aunque no había cometido violencia ni había engaño en su boca. El Señor quiso
aplastarlo con el sufrimiento. Si ofrece su vida en sacrificio de reparación,
verá su descendencia, prolongará sus días, y la voluntad del Señor se cumplirá
por medio de él. A causa de tantas fatigas, él verá la luz y, al saberlo, quedará
saciado. Mi Servidor justo justificará a muchos y cargará sobre sí las faltas
de ellos. Por eso le daré una parte entre los grandes y él repartirá el botín
junto con los poderosos. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre
los culpables, siendo así que llevaba el pecado de muchos e intercedía en favor
de los culpables.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 30, 2. 6. 12-13. 15-17. 25
R. Padre, en tus manos encomiendo
mi espíritu.
Yo me refugio en ti, Señor, ¡que nunca me vea defraudado! Yo
pongo mi vida en tus manos: Tú me rescatarás, Señor, Dios fiel. R.
Soy la burla de todos mis enemigos y la irrisión de mis propios
vecinos; para mis amigos soy motivo de espanto, los que me ven por la calle
huyen de mí. Como un muerto, he caído en el olvido, me he convertido en una
cosa inútil. R.
Pero yo confío en ti, Señor, y te digo: "Tú eres mi Dios, mi
destino está en tus manos". Líbrame del poder de mis enemigos, y de
aquéllos que me persiguen. R.
Que brille tu rostro sobre tu servidor, sálvame por tu
misericordia. Sean fuertes y valerosos, todos los que esperan en el Señor. R.
SEGUNDA LECTURA
Heb 4, 14-16; 5, 7-9
Lectura de la carta a los Hebreos.
Hermanos: Ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un Sumo
Sacerdote insigne que penetró en el cielo, permanezcamos firmes en la confesión
de nuestra fe. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de
nuestras debilidades; al contrario él fue sometido a las mismas pruebas que
nosotros, a excepción del pecado. Vayamos, entonces, confiadamente al trono de la
gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio
oportuno. Él dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes
gritos y lágrimas, a Aquél que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por
su humilde sumisión. Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió, por medio de sus
propios sufrimientos qué significa obedecer. De este modo, él alcanzó la
perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le
obedecen.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Jn 18, 1-19, 42
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
C. Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón.
Había en ese lugar un huerto y allí entró con ellos. Judas, el traidor, también
conocía el lugar porque Jesús y sus discípulos se reunían allí con frecuencia.
Entonces Judas, al frente de un destacamento de soldados y de los guardias
designados por los sumos sacerdotes y los fariseos, llegó allí con faroles,
antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y
les preguntó:
"¿A quién buscan?".
C. Le respondieron:
S. "A Jesús, el Nazareno".
C. Él les dijo:
"Soy yo".
C. Judas, el que lo entregaba estaba con ellos. Cuando Jesús les
dijo: "Soy yo", ellos retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó
nuevamente:
"¿A quién buscan?".
C. Le dijeron:
S. "A Jesús, el Nazareno".
C. Jesús repitió:
"Ya les dije que soy yo. Si es a mí a quien buscan, dejen
que estos se vayan".
C. Así debía cumplirse la palabra que él había dicho: "No he
perdido a ninguno de los que me confiaste". Entonces Simón Pedro, que
llevaba una espada, la sacó e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole
la oreja derecha. El servidor se llamaba Malco. Jesús dijo a Simón Pedro:
"Envaina tu espada. ¿Acaso no beberé el cáliz que me ha dado
el Padre?".
C. El destacamento de soldados, con el tribuno y los guardias
judíos, se apoderaron de Jesús y lo ataron. Lo llevaron primero ante Anás,
porque era suegro de Caifás, Sumo Sacerdote aquel año. Caifás era el que había
aconsejado a los judíos: "Es preferible que un solo hombre muera por el
pueblo".
C. Entre tanto, Simón Pedro, acompañado de otro discípulo, seguía
a Jesús. Este discípulo, que era conocido del Sumo Sacerdote, entró con Jesús
en el patio del Pontífice, mientras Pedro permanecía afuera, en la puerta. El
otro discípulo, el que era conocido del Sumo Sacerdote, salió, habló a la
portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro:
S. "¿No eres tú también uno de los discípulos de ese
hombre?".
C. Él le respondió:
S. "No lo soy".
C. Los servidores y los guardias se calentaban junto al fuego,
que habían encendido porque hacía frío. Pedro también estaba con ellos, junto
al fuego. El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su
enseñanza. Jesús le respondió:
"He hablado abiertamente al mundo; siempre enseñé en la
sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada
en secreto. ¿Por qué me interrogas a mí? Pregunta a los que me han oído qué les
enseñé. Ellos saben bien lo que he dicho".
C. Apenas Jesús dijo esto, uno de los guardias allí presentes le
dio una bofetada, diciéndole:
S. "¿Así respondes al Sumo Sacerdote?".
C. Jesús le respondió:
"Si he hablado mal, muestra en qué ha sido; pero si he
hablado bien, ¿por qué me pegas?".
C. Entonces Anás lo envió atado ante el Sumo Sacerdote Caifás.
Simón Pedro permanecía junto al fuego. Los que estaban con él le dijeron:
S. "¿No eres tú también uno de sus discípulos?".
C. Él lo negó y dijo:
S. "No lo soy".
C. Uno de los servidores del Sumo Sacerdote, pariente de aquel al
que Pedro había cortado la oreja, insistió:
S. "¿Acaso no te vi con él en la huerta?".
C. Pedro volvió a negarlo, y en seguida cantó el gallo.
C. Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era de
madrugada. Pero ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse y poder
así participar en la comida de Pascua. Pilato salió adonde estaban ellos y les
preguntó:
S. "¿Qué acusación traen contra este hombre?".
C. Ellos respondieron:
S. "Si no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos
entregado".
C. Pilato les dijo:
S. "Tómenlo y júzguenlo ustedes mismos, según la ley que
tienen".
C. Los judíos le dijeron:
S. "A nosotros no nos está permitido dar muerte a
nadie".
C. Así debía cumplirse lo que había dicho Jesús cuando indicó
cómo iba a morir. Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le
preguntó:
S. "¿Eres tú el rey de los judíos?".
C. Jesús le respondió:
"¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de
mí?".
C. Pilato replicó:
S. "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos
sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?".
C. Jesús respondió:
"Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este
mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera
entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí".
C. Pilato le dijo:
S. "¿Entonces tú eres rey?".
C. Jesús respondió:
"Tú lo dices: Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al
mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi
voz".
C. Pilato le preguntó:
S. "¿Qué es la verdad?".
C. Al decir esto, salió nuevamente a donde estaban los judíos y
les dijo:
S. "Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo. Y
ya que ustedes tienen la costumbre de que ponga en libertad a alguien, en
ocasión de la Pascua, ¿quieren que suelte al rey de los judíos?".
C. Ellos comenzaron a gritar, diciendo:
S. "¡A él no, a Barrabás!".
C. Barrabás era un bandido.
C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo azotó. Los soldados tejieron
una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un
manto púrpura, y acercándose, le decían:
S. "¡Salud, rey de los judíos!".
C. Y lo abofeteaban. Pilato volvió a salir y les dijo:
S. "Miren, lo traigo afuera para que sepan que no encuentro
en él ningún motivo de condena".
C. Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto púrpura.
Pilato les dijo:
S. "¡Aquí tienen al hombre!".
C. Cuando los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron,
gritaron:
S. "¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!".
C. Pilato les dijo:
S. "Tómenlo ustedes y crucifíquenlo. Yo no encuentro en él
ningún motivo para condenarlo".
C. Los judíos respondieron:
S. "Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir
porque él pretende ser Hijo de Dios".
C. Al oír estas palabras, Pilato se alarmó más todavía. Volvió a
entrar en el pretorio y preguntó a Jesús:
S. "¿De dónde eres tú?".
C. Pero Jesús no le respondió nada. Pilato le dijo:
S. "¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo autoridad para
soltarte y también para crucificarte?".
C. Jesús le respondió:
"Tú no tendrías sobre mí ninguna autoridad, si esta ocasión
no la hubieras recibido de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti ha
cometido un pecado más grave".
C. Desde ese momento, Pilato trataba de ponerlo en libertad. Pero
los judíos gritaban:
S. "Si lo sueltas, no eres amigo del César, porque el que se
hace rey se opone al César".
C. Al oír esto, Pilato sacó afuera a Jesús y lo hizo sentar sobre
un estrado, en el lugar llamado "el Empedrado", en hebreo,
"Gábata". Era el día de la Preparación de la Pascua, alrededor del
mediodía. Pilato dijo a los judíos:
S. "Aquí tienen a su rey".
C. Ellos vociferaban:
S. "¡Sácalo! ¡Sácalo! ¡Crucifícalo!".
C. Pilato les dijo:
S. "¿Voy a crucificar a su rey?".
C. Los sumos sacerdotes respondieron:
S. "No tenemos otro rey que el César".
C. Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y
ellos se lo llevaron.
C. Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para
dirigirse al lugar llamado "del Cráneo", en hebreo
"Gólgota". Allí lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada
lado y Jesús en el medio. Pilato redactó una inscripción que decía: "Jesús
el Nazareno, rey de los judíos", y la colocó sobre la cruz. Muchos judíos
leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba
cerca de la ciudad y la inscripción estaba en hebreo, latín y griego. Los sumos
sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. "No escribas: 'El rey de los judíos', sino: 'Éste ha
dicho: Yo soy el rey de los judíos'".
C. Pilato respondió:
S. "Lo escrito, escrito está".
C. Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus
vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron
también la túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola
pieza de arriba abajo, se dijeron entre sí:
S. "No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le
toca".
C. Así se cumplió la Escritura que dice: "Se repartieron mis
vestiduras y sortearon mi túnica". Esto fue lo que hicieron los soldados.
C. Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su
madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de
ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo:
"Mujer, aquí tienes a tu hijo".
C. Luego dijo al discípulo:
? "Aquí tienes a tu madre".
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como suya.
C. Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la
Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo:
"Tengo sed".
C. Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una
esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Después de
beber el vinagre, dijo Jesús:
"Todo se ha cumplido".
C. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
C. Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron
a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar
sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese
sábado era muy solemne. Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos
que habían sido crucificados con Jesús. Cuando llegaron a él, al ver que ya
estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le
atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua. El que vio
esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad,
para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura
que dice: "No le quebrarán ninguno de sus huesos". Y otro pasaje de
la Escritura, dice: "Verán al que ellos mismos traspasaron".
C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente, por temor a los judíos, pidió autorización a Pilato para
retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se la concedió, y él fue a retirarlo. Fue
también Nicodemo, el mismo que anteriormente había ido a verlo de noche, y
trajo una mezcla de mirra y áloe, que pesaba unos treinta kilos. Tomaron
entonces el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas, agregándole la mezcla
de perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen los judíos. En el lugar
donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía
nadie había sido sepultado. Como era para los judíos el día de la Preparación y
el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
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