Domingo 24 - Domingo de Ramos en la Pasión del Señor. Rojo.
PRIMERA LECTURA
Is 50, 4-7
Lectura del libro de Isaías.
El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo
sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él
despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído
y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban
y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me
ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé
confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no
seré defraudado.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué
me has abandonado?
Los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la
cabeza, diciendo: "Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si
lo quiere tanto". R.
Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de
malhechores; taladran mis manos y mis pies. Yo puedo contar todos mis huesos. R.
Se reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica. Pero tú, Señor,
no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.
Yo anunciaré tu nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la
asamblea: "Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo descendientes
de Jacob; témanlo, descendientes de Israel". R.
SEGUNDA LECTURA
Flp 2, 6-11
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de
Filipos.
Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta
igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se
anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a
los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por
obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el
nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda
rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para
gloria de Dios Padre: "Jesucristo es el Señor".
Palabra de Dios.
EVANGELIO
(Breve) Lc 22, 66a-23, 1b-49
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
C. Y comenzaron a acusarlo, diciendo:
S. "Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro
pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y
pretendiendo ser el rey Mesías".
C. Pilato lo interrogó, diciendo:
S. "¿Eres tú el rey de los judíos?".
? "Tú lo dices".
C. Le respondió Jesús. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la
multitud:
S. "No encuentro en este hombre ningún motivo de
condena".
C. Pero ellos insistían:
S. "Subleva al pueblo con su enseñanza en toda la Judea.
Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí".
C. Al oír esto, Pilato preguntó si ese hombre era galileo. Y
habiéndose asegurado de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo
envió. En esos días, también Herodes se encontraba en Jerusalén.
C. Herodes se alegró mucho al ver a Jesús. Hacía tiempo que
deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y esperaba que hiciera algún
prodigio en su presencia. Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió
nada. Entre tanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban allí y lo
acusaban con vehemencia. Herodes y sus guardias, después de tratarlo con
desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un magnífico manto y lo
enviaron de nuevo a Pilato. Y ese mismo día, Herodes y Pilato, que estaban
enemistados, se hicieron amigos.
C. Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al
pueblo, y les dijo:
S. "Ustedes me han traído a este hombre, acusándolo de
incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante de ustedes y no
encontré ningún motivo de condena en los cargos de que lo acusan; ni tampoco
Herodes, ya que él lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha
hecho nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en
libertad".
C. Pero la multitud comenzó a gritar:
S. "¡Qué muera este hombre! ¡Suéltanos a Barrabás!".
C. A Barrabás lo habían encarcelado por una sedición que tuvo
lugar en la ciudad y por homicidio. Pilato volvió a dirigirles la palabra con
la intención de poner en libertad a Jesús. Pero ellos seguían gritando:
S. "¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!".
C. Por tercera vez les dijo:
S. "¿Qué mal ha hecho este hombre? No encuentro en él nada
que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en
libertad".
C. Pero ellos insistían a gritos, reclamando que fuera
crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento. Al fin, Pilato
resolvió acceder al pedido del pueblo. Dejó en libertad al que ellos pedían, al
que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús lo entregó al
arbitrio de ellos.
C. Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que
volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de
Jesús. Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se
golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Pero Jesús, volviéndose hacia ellas,
les dijo:
? "¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien
por ustedes y por sus hijos. Porque se acerca el tiempo en que se dirá:
'¡Felices las estériles, felices los vientres que no concibieron y los pechos
que no amamantaron!'. Entonces se dirá a las montañas: '¡Caigan sobre
nosotros!', y a los cerros: '¡Sepúltennos!'. Porque si así tratan a la leña
verde, ¿qué será de la leña seca?".
C. Con él llevaban también a otros dos malhechores, para ser
ejecutados.
C. Cuando llegaron al lugar llamado "del Cráneo", lo
crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su
izquierda. Jesús decía:
? "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen".
C. Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre
ellos.
C. El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose,
decían:
S. "Ha salvado a otros: ¡que se sal-ve a sí mismo, si es el
Mesías de Dios, el Elegido!".
C. También los soldados se burlaban de él y, acercándose para
ofrecerle vinagre, le decían:
S. "Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti
mismo!".
C. Sobre su cabeza había una inscripción: "Éste es el rey de
los judíos".
C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
S. "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros".
C. Pero el otro lo increpaba, diciéndole:
S. "¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena
que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero
él no ha hecho nada malo".
C. Y decía:
S. "Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino".
C. Él le respondió:
? "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el
Paraíso".
C. Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad
cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. El velo del Templo se rasgó
por el medio. Jesús, con un grito, exclamó:
? "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".
C. Y diciendo esto, expiró.
C. Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios,
exclamando:
S. "Realmente este hombre era un justo".
C. Y la multitud que se había reunido para contemplar el
espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho. Todos sus
amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a
distancia, contemplando lo sucedido.
Palabra del Señor.
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