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martes, 6 de marzo de 2012

Te llama por tu nombre.



Seas quien seas, Dios se fija en ti a título individual. Te llama por tu nombre. Te ve y te comprende tal como te hizo. Sabe lo que hay en ti, conoce todos los pensamientos y sentimientos que te son propios, todas tus disposiciones y gustos, tu fuerza y tu debilidad. Te ve en tus días de alegría y también en los de tristeza. Se solidariza con tus esperanzas y tus tentaciones. Se interesa por todas tus ansiedades y recuerdos, por todos los altibajos de tu espíritu. Ha contado hasta los cabellos de tu cabeza y ha medido tu estatura. Te rodea con sus cuidados y te lleva en sus brazos; te alza y te deposita en el suelo. Ve tu auténtico semblante, ya esté sonriente o cubierto de lágrimas, sano o enfermo. Vigila con ternura tus manos y tus pies; oye tu voz, el latido de tu corazón y hasta tu respiración. Tú no te amas a ti mismo más de lo que Él te ama.
 
 (John Henry Newman)


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