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domingo, 18 de marzo de 2012

Cuaresma, camino de fe y conversión.



Audiencia General del papa en el Miércoles de Ceniza (ZENIT.org).

Benedicto XVI,  se ha detenido en reflexionar sobre el tiempo de Cuaresma, que comienza con la liturgia del Miércoles de Ceniza.
“Es un viaje de cuarenta días que nos llevará al Triduo Pascual, memoria de la pasión, muerte y resurrección del Señor, corazón del misterio de nuestra salvación”, afirmó.
Recordó que “en los primeros siglos de vida de la Iglesia, este era el momento en que los que habían oído y aceptado el mensaje de Cristo empezaban, paso a paso, su camino de fe y de conversión para llegar a recibir el sacramento del bautismo. Se trataba de un acercamiento al Dios vivo y de una iniciación a la fe que se realizaba gradualmente, mediante un cambio interior de parte de los catecúmenos, es decir, de aquellos que querían ser cristianos y ser incorporados a Cristo en la Iglesia”.
El papa se detuvo en explicar el significado simbólico de la cifra cuarenta, días que dura la Cuaresma, a los largo de la sagrada escritura.


La Cuaresma recuerda la peregrinación de Israel en el desierto, “tiempo de las tentaciones y de los mayores peligros, cuando Israel murmura contra su Dios y quisiera regresar al paganismo y se construye sus propios ídolos, porque ve la necesidad de adorar a un Dios más cercano y tangible. Es también el tiempo de la rebelión contra el Dios grande e invisible”.
Esta ambivalencia, tiempo de la especial cercanía de Dios –tiempo del primer amor--, y tiempo de la tentación --la tentación de volver al paganismo--, la reencontramos en modo sorprendente en el camino terrenal de Jesús, por supuesto que sin ningún tipo de compromiso con el pecado”, dijo. Explicó que “en este tiempo de 'desierto' y de encuentro especial con el Padre, Jesús está expuesto al peligro y se ve asaltado por la tentación y la seducción del Maligno, que le ofrece otro camino mesiánico, lejos del plan de Dios, por que pasa a través del poder, el éxito, el dominio y no a través de la entrega total en la Cruz. Esta es la disyuntiva: un poder mesiánico, de éxito, o un mesianismo de amor, de don de sí”.
Esta ambivalencia –añadió- describe también la condición de la Iglesia peregrina en el 'desierto' del mundo y de la historia”.
El papa aseguró que “incluso para la Iglesia de hoy, el tiempo del desierto puede transformarse en un tiempo de gracia, porque tenemos la certeza de que incluso de la roca más dura, Dios puede hacer brotar el agua viva que refresca y restaura”.
Y exhortó a ser fieles a Jesús porque “siguiéndolo por el camino de la cruz, el mundo luminoso de Dios, el mundo de la luz, de la verdad y de la alegría se nos devolverá: será el nuevo amanecer creado por Dios mismo”.


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