¡Oh
santísima Virgen María, Madre nuestra dulcísima!, que escogiste a los
pastorcitos de Fátima para mostrar al mundo las ternuras de vuestro
Corazón misericordioso, y les propusiste la devoción al mismo como el
medio con el cual Dios quiere dar la paz al mundo, como el camino para
llevar las almas a Dios, y como una prenda suprema de salvación. Haced,
¡oh Corazón de la más tierna de las madres!, que sepamos comprender
vuestro mensaje de amor y de misericordia, que lo abracemos con filial
adhesión y que lo practiquemos siempre con fervor; y así sea vuestro
Corazón nuestro refugio, nuestro consuelo y el camino que nos conduzca
al amor y a la unión con vuestro Hijo Jesús.
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