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martes, 26 de marzo de 2013

El resucitado está entre nosotros.



                                             P. Aderico Dolzani, ssp.

María Magdalena fue al sepulcro de madrugada, cuando todavía era oscuro y apenas había terminado el reposo sabático. Caminaba triste, despacio. Otras mujeres también fueron al sepulcro para arreglar la tumba y embalsamar el cuerpo de Jesús. Cuando lo habían bajado de la cruz, habían tenido que hacer todo muy rápido, se habían quedado sin tiempo. La Magdalena encontró el sepulcro vacío,por eso corrió a buscar a los hombres. Imaginaba que habían robado el cuerpo del Señor. Pensaría que los discípulos sabrían mejor qué hacer. Al enterarse, todos comenzaron a correr: apóstoles y mujeres. El sepulcro estaba vacío, las vendas, cuidadosamente dobladas, cosa no esperable de un ladrón. Los discípulos fueron, vieron y creyeron, aunque no habían comprendido que, según las escrituras, Jesús debía resucitar de entre los muertos. Nunca se había dado algo así. Poco a poco, fueron comprendiendo el misterio de Jesús, a medida que la fe iba iluminando su mente. Se parecía al caso de Lázaro, el amigo de Jesús. Pero Lázaro estaba vivo y vivía entre ellos. En cambio, esto de Jesús, se parecía más a un fantasma que a un resucitado como Lázaro. A Lázaro lo resucitó el Señor, pero volvería a morir. Cristo, por el contrario, resucitó para vivir para siempre. La resurrección de Cristo era el único dato que cambiaría definitivamente la vida de esas mujeres y de los apóstoles, así como puede y debe cambiar la perspectiva con la que nosotros miramos la vida. Celebrar la Pascua es mucho más que participar de todas las funciones de Semana Santa. Es el cambio que da nuestra vida cuando creemos verdaderamente en Cristo resucitado. La resurrección de Jesús es la gran noticia del evangelio, la que realmente cambia la historia de la humanidad. Celebrar la Pascua es pasar de una fe superficial a creer que el resucitado está vivo entre nosotros y en el mundo.


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