iudad. Ambos se entretuvieron mirando los juguetes alineados en las estanterías. Había de todo tipo. No llegaban a decidirse. Se les acercó una dependienta muy simpática.
- Mira, - le explicó la mujer - tenemos una niña muy pequeña, pero estamos casi todo el día fuera de casa y, a veces, hasta de noche.
- Es una cría que apenas sonríe - continuó el hombre -. Quisiéramos comprarle algo que la hiciera feliz, algo que le diera alegría aun cuando estuviera sola...
- Lo siento - sonrió la dependienta con gentileza -. Pero aquí no vendemos padres.
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