Domingo 30 -
Sagrada Familia de Jesús, María y José (F). Blanco.
Esta fiesta
nos hace presente la realidad tangible y palpable de la Encarnación del Hijo de
Dios: nació en el seno de una familia, perteneció a un pueblo y fue heredero de
una tradición y de una historia. Como todos los niños, aprendió una lengua y
una cultura entre sus parientes y vecinos. En este contexto sencillo y vital,
Dios quiso revelarse. Esta fiesta es una buena ocasión para renovar nuestro
ruego, para que Dios esté presente en todas las familias de la tierra.
PRIMERA
LECTURA
1Sam 1,
20-22. 24-28
Lectura del
primer libro de Samuel.
En aquellos
días, Ana concibió, y a su debido tiempo dio a luz un hijo, al que puso el
nombre de Samuel, diciendo: "Se lo he pedido al Señor". El marido,
Elcaná, subió con toda su familia para ofrecer al Señor el sacrificio anual y
cumplir su voto. Pero Ana no subió, porque dijo a su marido: "No iré hasta
que el niño deje de mamar. Entonces lo llevaré y él se presentará delante del
Señor y se quedará allí para siempre". Cuando el niño dejó de mamar, lo
subió con ella, llevando además un novillo de tres años, una mediada de harina
y un odre de vino, y lo condujo a la Casa del Señor en Silo. El niño era aún
muy pequeño. Y después de inmolar el novillo, se lo llevaron a Elí. Ella dijo:
"Perdón, señor mío, ¡por tu vida, señor!, yo soy aquella mujer que estuvo
aquí junto a ti, para orar al Señor. Era este niño lo que yo suplicaba al
Señor, y él me concedió lo que le pedía. Ahora yo, a mi vez, se lo cedo a él:
para toda su vida queda cedido al Señor". Después se postraron delante del
Señor.
Palabra de
Dios.
SALMO
Sal 83, 2-3.
5-6. 9-10
R. ¡Señor,
felices los que habitan en tu Casa!
¡Qué amable
es tu Morada, Señor del Universo! Mi alma se consume de deseos por los atrios
del Señor; mi corazón y mi carne claman ansiosos por el Dios viviente. R.
¡Felices los
que habitan en tu Casa y te alaban sin cesar! ¡Felices los que encuentran su
fuerza en ti, al emprender la peregrinación! R.
Señor del
universo, oye mi plegaria, escucha, Dios de Jacob; protege, Dios, a nuestro
Escudo y mira el rostro de tu Ungido. R.
SEGUNDA
LECTURA
1Jn 3, 1-2.
21-24
Lectura de
la Primera carta de san Juan.
Queridos hermanos:
¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y
nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha
reconocido a él. Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que
seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos
semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Queridos míos, si nuestro
corazón no nos hace ningún reproche, podemos acercarnos a Dios con plena
confianza, y él nos concederá todo cuanto le pidamos, porque cumplimos sus
mandamientos y hacemos lo que le agrada. Su mandamiento es éste: que creamos en
el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos los unos a los otros como él nos
ordenó. El que cumple sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en
él; y sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.
Palabra de
Dios.
EVANGELIO
Lc 2, 41-52
Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Los padres
de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el
niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María
y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran
cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después
comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron,
volvieron a Jerusalén en busca de él. Al tercer día, lo hallaron en el Templo
en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y
todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío,
¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos
angustiados". Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían
que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?". Ellos no entendieron lo
que les decía. Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su
madre conservaba estas cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría,
en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.
Palabra del
Señor.
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