de P Max Turri, el miércoles, 18 de mayo de 2011
“Haga brillar su rostro sobre nosotros”

El rostro no es otra cosa que la profundidad de lo que somos. El rostro refleja lo escondido. El rostro necesariamente nos pone en evidencia. No podemos esconder lo que somos y sobre todo cómo estamos. Es por eso que el rostro, y dentro de él los ojos, se los llama “ventana del alma”, porque muestran lo que hay dentro.
El rostro no podremos cambiarlo. Podremos decorarlo, modificar su estética, pero el rostro siempre reflejará lo que hay dentro. “Eso” que se esconde, eso que se encuentra en lo profundo del corazón.
Pedirle que “haga brillar su rostro sobre nosotros”, como dice el Salmo 66 en la liturgia de hoy, es implorar que una mirada se pose sobre nosotros y nos ilumine. Es descubrir en Él, el rostro que anhelábamos alcanzar. Es dejarlos ilumina por su mirada tierna, dulce y misericordiosa. Mirada que nos produce paz y nos consuela. Es dejarnos iluminar por su brillo y aclamar como dice el mismo Salmo: ¡Que los pueblos te den gracias, Señor, que todos los pueblos te den gracias! Porque en Tu mirada encontramos cómo Dios nos mira, en Tu mirada encontramos nuestra paz, en Tu mirada nos sentimos amados.
¡Hermoso miércoles para vos!
Padre Maxi
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