Domingo 26 - Domingo 21º durante el año. Verde.
Inclina tu oído, Señor, respóndeme; salva a tu servidor que en ti
confía. Ten piedad de mí, Señor, que te invoco todo el día.
PRIMERA LECTURA
Jos 24, 1-2a. 15-17. 18b
Lectura del libro de Josué.
Josué reunió en Siquém a todas las tribus de Israel, y convocó a
los ancianos de Israel, a sus jefes, a sus jueces y a sus escribas, y ellos se
presentaron delante del Señor. Entonces Josué dijo a todo el pueblo: "Si
no están dispuestos a servir al Señor, elijan hoy a quién quieren servir: si a
los dioses a quienes sirvieron sus antepasados al otro lado del Río, o a los
dioses de los amorreos, en cuyo país ustedes ahora habitan. Yo y mi familia
serviremos al Señor". El pueblo respondió: "Lejos de nosotros
abandonar al Señor para servir a otros dioses. Porque el Señor, nuestro Dios, es
el que nos hizo salir de Egipto, de ese lugar de esclavitud, a nosotros y a
nuestros padres, y el que realizó ante nuestros ojos aquellos grandes
prodigios. Él nos protegió en todo el camino que recorrimos y en todos los
pueblos por donde pasamos. Por eso, también nosotros serviremos al Señor, ya
que él es nuestro Dios".
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 33, 2-3. 16-23
R. ¡Gusten y vean qué bueno es el
Señor!
Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en
mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se
alegren. R.
Los ojos del Señor miran al justo y sus oídos escuchan su clamor;
pero el Señor rechaza a los que hacen el mal para borrar su recuerdo de la
tierra. R.
Cuando ellos claman, el Señor los escucha y los libra de todas
sus angustias. El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están
abatidos. R.
El justo padece muchos males, pero el Señor lo libra de ellos. Él
cuida todos sus huesos, no se quebrará ni uno solo. R.
La maldad hará morir al malvado, y los que odian al justo serán
castigados; pero el Señor rescata a sus servidores, y los que se refugian en él
no serán castigados. R.
SEGUNDA LECTURA
Ef 5, 21-33
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de
Éfeso.
Hermanos: Sométanse los unos a los otros, por consideración a
Cristo. Las mujeres a su propio marido como al Señor, porque el varón es la
cabeza de la mujer, como Cristo es la Cabeza y el Salvador de la Iglesia, que
es su Cuerpo. Así como la Iglesia está sometida a Cristo, de la misma manera
las mujeres deben respetar en todo a su marido. Los maridos amen a su esposa,
como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla. Él la
purificó con el bautismo del agua y la palabra, porque quiso para sí una
Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa
e inmaculada. Del mismo modo, los maridos deben amar a su mujer como a su
propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo. Nadie menosprecia a su
propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo cuida. Así hace Cristo por la Iglesia,
por nosotros, que somos los miembros de su Cuerpo. "Por eso, el hombre
dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos serán una sola
carne". Éste es un gran misterio: y yo digo que se refiere a Cristo y a la
Iglesia. En cuanto a ustedes, cada uno debe amar a su propia mujer como a sí
mismo, y la esposa debe respetar a su marido.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Jn 6, 60-69
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus
discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede
escucharlo?". Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo:
"¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del
hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de
nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre
ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer
momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y
agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no
se lo concede". Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de
él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También
ustedes quieren irse?". Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién
iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que
eres el Santo de Dios".
Palabra del Señor.
Dice el Señor: "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene
Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día".
grcias por la informacion
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