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domingo, 31 de agosto de 2014

El sacrificio de una madre.



Estaba sola, a sus tiernos 17 años ya era madre de un niño pequeño y llevaba otro en el vientre. Perdió a su madre, ella no sabía oficio alguno, y ¿quién la iba a emplear con un niño pequeño y otro en el vientre? Qué difícil es conseguir el pan cuando se es joven y desamparada. Su niño le pedía comida y ella se desgarraba en su dolor.
Aquella tarde con su gran barriga fue a la iglesia, la enorme panza le hizo difícil hincarse pero una vez de rodillas, lloró con profunda tristeza, luego miró el cristo crucificado y le dijo (pensando en el hambre de su niño, y en su propia hambre):
- Padre, yo no quisiera, pero en cuanto este niño nazca ya decidí lo que haré, mientras tanto pediré limosna si es necesario.
Y en verdad, hubo días que no tuvo que hacer, otros en cambio lavaba ropa ajena, limpiaba los vidrios de los carros, cualquier cosa y cuando su niña nació, una esquina oscura fue el testigo fiel de una más que se dedicó al más antiguo de los oficios. Al principio fue difícil, pero sus hijos necesitaban muchas cosas. Y así, con mucha humildad pero mucho amor, les dio siempre lo necesario, aún a costa de su propio sacrificio.
Los años pasaron y cuando sus hijos crecieron, ella orgullosa de verlos ya casi profesionales, pensó en que había llegado el tiempo de descansar. Aún era joven, pero la vida que llevaba la había envejecido, y estaba enferma de tanto sufrir. Pero un día, una mala lengua, de esas que no sienten vergüenza de clavar en los demás el dolor de sus puñales malintencionados, le contó un día a la joven el pasado de su madre. Esa noche, cuando volvía cansada a casa, y las gruesas gotas de una tormenta caían en los techos de las casitas del barrio, la primera mirada que encontró al entrar fue la de su hija, quien al verla le dijo:
- ¡Vete no quiero verte, hoy supe que eres una prostituta, vete porque no eres digna del amor de tus hijos, me das asco!
Ella no supo que responder, sabía que un día lo sabrían, siempre lo temió y siempre pensó que la reacción de ellos no sería agradable. Pero darles asco, eso no, esa palabra fue un puñal que certero se clavó en su alma, y corrió, corrió bajo la lluvia que parecía compartir con ella su dolor derramando en su rostro, un copioso llanto.
Cuando empezó a amanecer, ella lloraba aún sentada en la cuneta, varias cuadras lejos de su casa. De pronto, una cálida sábana le cubrió la espalda y al volver, vio al mayor de sus hijos:
- Madre, toda la noche te he buscado, ven, volvamos a casa.
- No -le dijo-, tu hermana me desprecia, no sé si tú ya lo sepas.
- ¿Saber qué? Yo sólo sé que te quiero mucho, nada que venga de ti me avergüenza. Tú no eres más que una mujer valiente que se enfrentó a la vida como pudo para dar de comer a sus hijos.
Esa mañana los hermanos pelearon como nunca, ante la angustiada mirada de su madre:
- ¡Que se vaya! ¿No ves que es una cualquiera?, ¿no te da pena su oficio? A mí me da vergüenza que mis amigos sepan lo que ella es, y ya poco me falta para ser una profesional.
- Pues vete con tus amigos que yo me quedaré a cuidarla. Yo no me he olvidado de las veces que se sacó el pan de la boca para dárnoslo y de las noches que veló junto a nuestra cama cuando estábamos enfermos. Tú y yo no tuvimos padre porque nos abandonó, pero en cambio tuvimos una madre que todo nos lo dio, ¿o es que alguna vez te faltó algo? Yo sólo sé, que lo que soy se lo debo a ella. Si tú la desprecias, pues vete que yo la amaré por los dos. Y así fue.
Los días y las noches de un largo año pasaron, y aquella muchacha que con ímpetu de conquistador salió de su casa segura de sí misma, nunca se graduó, pero en cambio encontró el amor. El amor traidor de un hombre que después de burlarse de ella aprovechándose de su inexperiencia, la abandonó, -como un día otro cobarde abandonara a su madre- dejándola con un hijo en el vientre, sola como aquella a la que tan duramente había criticado, con hambre también, y peor aún porque el remordimiento de la crueldad con su madre la atormentaba tanto, que había envejecido rápidamente. Por hambre y por remordimiento volvió al hogar.
Entró a la casa (de la que aún conservaba las llaves), su hermano sentado en el comedor la miró fijamente, pero no había en su mirada reproches sino amor.
- Vengo -le dijo-, a pedirles perdón a ti y a mi madre, a quien tanto hice sufrir.
El hermano bajó la mirada un momento, y luego le dijo:
- Sígueme.
La joven lo siguió varias calles hasta llegar a un cementerio, y ahí entre las primeras tumbas de la entrada, blanca se erguía la tumba de su madre.
- ¡¡¡Nooo!!! Gritó espantosamente, porque se le desgarró el alma, y llorando se echó sobre la tumba, besó la tierra y arañando el cemento pedía perdón. ¿Por qué?, se preguntaba, ¿por qué no pude ver a mi madrecita por última vez?, ¿por qué no pude pedirle perdón de rodillas, besar su frente, velar su cuerpo? ¿Por qué te fuiste madrecita sin yo decirte mi último adiós? Allí postrada sobre la tumba de su madre lloró el llanto más amargo de su vida.
El hermano, que a pesar del dolor conservaba la calma, le dijo:
- ¿Sabes? hasta en el último momento te llamó, aquella noche de lluvia le hizo daño, le dio pulmonía. Pero no llores, ella nos ha perdonado a los dos, yo también fui culpable por no perdonarte, no te busqué aunque ella me lo suplicó muchas veces, y la dejé consumirse de tristeza.
Pero aún en su lecho de muerte, ella te bendijo, y me pidió que si volvías te recibiera con los brazos abiertos, como ella lo hubiera hecho, y que de ahí en adelante fuéramos unidos y nos amáramos como siempre nos enseñó.
Los hermanos se retiraron lentamente, y no pudieron escuchar que en la brisa suave que acariciaba sus frentes su madre les bendijo por última vez.
La madre no es buena ni mala: es madre. No nos toca a nosotros como hijos juzgar sus actos, porque es la propia vida la que con profundas heridas nos cobra el dolor que le hayamos causado. No olvidemos que después de Dios, sólo tenemos el amor de nuestra madre.
Si aún conservas a tu madre, venérala como un ángel, y si ella te lastima perdónala, pero jamás la señales, jamás la ofendas, jamás la desprecies, ni te avergüences, porque el llanto de remordimiento que has de llorar, ese es en verdad el llanto más amargo.


viernes, 29 de agosto de 2014

Martirio de San Juan Baustista.



                                                                                      Fuente: Periodistadigital.com
"Viernes de la semana 21 del tiempo ordinario"
“Enseguida le mandó a un verdugo que le trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron”. (Mc 6,17-29)
Celebramos hoy el martirio de Juan el Bautista.
Es la suerte de todos los profetas.
Es la suerte de los que no piensan como nosotros y nos estorban.
Es la suerte de los que tienen el coraje de decir la verdad, aunque les cueste la vida.
Los profetas siempre serán molestos.
Los que viven en la libertad de los hijos de Dios tienen la valentía de hablar con libertad.
Y los que dicen la verdad son molestos.
Y los grandes aceptan a gusto la adulación.
Pero no aceptan que se les diga la verdad.
A Jesús le condenaron porque no silenciaba la verdad.
A Jesús le condenaron porque prefirió la verdad a la misma vida.
¿Con qué facilidad matan los poderosos?
“Enseguida le mandó a un verdugo traer la cabeza de Juan”.
Algo así como si le mandase traer una jarra más de vino.
Y hasta resulta repugnante lo que dice:
“Trajo la cabeza en una bandeja”.
Posiblemente la misma que antes había traído los manjares del banquete.
Una bandeja que pasa de mano en mano, como va enseñando un trofeo:
De las manos del verdugo a las de la joven bailarina.
De las manos de la joven a las manos de la madre.
Es que para los grandes silenciar a los profetas es un trofeo.
Por fin Herodías, ya podía quedarse conviviendo en adulterio con Herodes.
Con la muerte de Juan creyó silenciar a quien le decía la verdad.
Podemos matar a los que dicen la verdad.
Pero no podemos matar la voz de nuestra conciencia.
Aunque a veces también matamos esa voz que nos molesta dentro.
Podemos matar a quien nos dice la verdad.
Pero no podemos matar la verdad.
Podemos matar a quien nos dice la verdad.
Pero los que dicen la verdad siguen hablando.
Podemos matarlos, pero su muerte sigue siendo la voz de la verdad.
Podremos silenciar a los que nos molestan.
Pero no podremos silenciar la verdad, porque también los mártires siguen hablando.
Los profetas hablan más de muertos que de vivos.
Los profetas hablan más decapitados que cuando podían hablar.
Porque se puede silenciar al que habla.
Pero no se puede silenciar la verdad.
Además antes hablaban sus palabras.
Pero ahora habla el testimonio de sus vidas.
Juan ya no hablará más.
Pero su cabeza en la bandeja sigue hablando a los que no quieren ver la verdad.
Podremos matar a Dios.
Pero Dios seguirá vivo en el corazón.
Podremos silenciar a Dios en la sociedad.
Pero la voz de Dios seguirá hablando en las conciencias.
Podremos amordazar a la Iglesia que anuncia el Evangelio de la verdad.
Pero la sangre de sus mártires seguirá hablando como la de Abel en los comienzos.
Lo que sí llama la atención es ¡de qué cosas somos capaces nosotros cuando nos cerramos a la verdad! Podremos silenciarla, pero no podremos matarla.
Podremos cortar el tronco del árbol. Pero las raíces vuelven a brotar.”
                                                                             (Juan Jáuregui Castelo)

miércoles, 27 de agosto de 2014

Santa Mónica, madre de San Agustín de Hipona.



“Cuántas lágrimas derramó esa santa mujer por la conversión del hijo! ¡Y cuántas mamás también hoy derraman lágrimas para que los propios hijos regresen a Cristo! ¡No perdáis la esperanza en la gracia de Dios!”, dijo Papa Francisco en agosto del 2013.
Santa Mónica nació en Tagaste (África) en el año 331. Siendo joven y por un arreglo de sus padres, se casó con Patricio, un hombre violento y mujeriego.
Algunas mujeres le preguntaron por qué su marido nunca la golpeaba, entonces les dijo: "Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto la pelea, pues.... no peleamos".
Sin embargo, Mónica nunca dejó de rezar y ofrecer sacrificios por la conversión de su esposo, quien cambió de vida, se bautizó y murió como buen cristiano.
Pero su dolor no terminaría ahí. Agustín, su hijo mayor, tenía actitudes egoístas, caprichosas, y no se acercaba a la fe. Llevaba una vida disoluta y ella sufría por ver a su hijo alejado de Dios. Es por eso que durante años siguió rezando y ofreciendo sacrificios.
Cierto día se acercó a un Obispo para contarle su pesar. El Prelado le respondió diciendo: “Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas”.  
Ella siente realizada su misión cuando, tiempo después, San Agustín es bautizado en la Pascua del 387. Luego muere en el puerto de Ostia, África, a los 55 años.
En el Ángelus del 27 de agosto del 2006, el Papa Benedicto XVI, recordando a estos dos santos, dijo: “Santa Mónica y San Agustín nos invitan a dirigirnos con confianza a María, trono de la Sabiduría. A ella encomendamos a los padres cristianos, para que, como Mónica, acompañen con el ejemplo y la oración el camino de sus hijos”.

martes, 26 de agosto de 2014

Los zapatos del campesino.



Un estudiante universitario salió un día a dar un paseo con un profesor, a quien los alumnos consideraban su amigo debido a su bondad para quienes seguían sus instrucciones. Mientras caminaban, vieron en el camino un par de zapatos viejos y supusieron que pertenecían a un anciano que trabajaba en el campo de al lado y que estaba por terminar sus labores diarias. 

El alumno dijo al profesor: "Hagámosle una broma; escondamos los zapatos y ocultémonos detrás de esos arbustos para ver su cara cuando no los encuentre". 

Mi querido amigo - le dijo el profesor - nunca tenemos que divertirnos a expensas de los pobres. Tú eres rico y puedes darle una alegría a este hombre. Coloca una moneda en cada zapato y luego nos ocultaremos para ver cómo reacciona cuando las encuentre. Eso hizo y ambos se ocultaron entre los arbustos cercanos. 

El hombre pobre, terminó sus tareas, y cruzó el terreno en busca de sus zapatos y su abrigo. Al ponerse el abrigo deslizó el pie en el zapato, pero al sentir algo adentro, se agachó para ver qué era y encontró la moneda. Pasmado, se preguntó qué podía haber pasado. Miró la moneda, le dió vuelta y la volvió a mirar. Luego miró a su alrededor, para todos lados, pero no se veía a nadie. La guardó en el bolsillo y se puso el otro zapato; su sorpresa fue doble al encontrar la otra moneda. Sus sentimientos lo sobrecogieron; cayó de rodillas y levantó la vista al cielo pronunciando un ferviente agradecimiento en voz alta, hablando de su esposa enferma y sin ayuda y de sus hijos que no tenían pan y que debido a una mano desconocida no morirían de hambre. 

El estudiante quedó profundamente afectado y se le llenaron los ojos de lágrimas. Ahora- dijo el profesor- ¿no estás más complacido que si le hubieras hecho una broma? 

 El joven respondió: "Usted me ha enseñado una lección que jamás olvidaré. Ahora entiendo algo que antes no entendía: es mejor dar que recibir".


Los hijos se van.



Hay que aceptarlos con esa condición, hay que criarlos con esa idea, hay que asumir esa realidad. 

No es que se van... es que la vida se los lleva. 

Ya no eres su centro. 

Ya no eres propietario, eres consejero. 

No diriges, aceptas. No mandas, acompañas.

No proyectas, respetas.

Ya necesitan otro amor, otro nido y otras perspectivas.

Ya les crecieron alas y quieren volar.

Ya les crecieron las raíces y maduraron por dentro.

Ya les pasó las borrascas de la adolescencia y tomaron el timón.

Ya miraron de frente la vida y sintieron el llamado, para vivirla por su cuenta. 

Ya saben que son capaces de las mayores aventuras, y de la más completa realización. Ya buscarán un amor, que los respete, que quiera compartir sin temores ni angustias las altas y las bajas en el camino que les endulce el recorrido y los ayude en el fin que quieren conseguir.

Y si esa primera experiencia fue equivocada, tendrán la sabiduría y las fuerzas para soltarlas, así, otro amor les llegará para compartir sus vidas en armonía.

Ya no les caben las raíces en tu maceta, ni les basta tu abono para nutrirse, ni tu agua para saciarse, ni tu protección para vivir. Quieren crecer en otra dimensión, desarrollar su personalidad, enfrentar el viento de la vida, al sombro del amor y al rendimiento de sus facultades.

Tienen un camino y quieren explorarlo, lo importante es que sepan desandarlo, tienen alas y quieren abrirlas. Lo importante es el corazón sensible, la libertad asumida y la pasión a flor de piel.

Que la rienda sea con responsabilidad, y la formación, llena de luz.

Tú quedas adentro. En el cimiento de su edificio, en la raíz de su árbol, en la corteza de su estructura, en lo profundo de su corazón. Tu quedas atrás.

En la estela luminosa que deja el barco al partir.

En el beso que les mandas.

En el pañuelo que los despide.

En la oración que los sigue.

¡En la lágrima que los acompaña!

Tú quedas siempre en su interior aunque cambies de lugar.


jueves, 21 de agosto de 2014

21 de Agosto, Día del Catequista.


La Iglesia Católica celebra cada 21 de agosto el Día del Catequista, en conmemoración del papa Pío X. Ese Papa, que fue santificado, tuvo actuación preponderante a favor de la catequesis e hizo posible entre otras cosas impartir los sacramentos a los niños.
El catequista se reconoce en búsqueda, en camino; no se cree ni dueño de la verdad ni el "maestro" que llega para esclarecer a los demás sino un instrumento que el mismo Jesús, presente en la comunidad, envía, sostiene y da fuerza para superar las oscuridades y dificultades.

Es parte de la gran marcha de creyentes que han recorrido y aún recorren la historia. Marcha que fue iniciada por el pueblo de Israel y ha continuado en la Iglesia y, a través de ella, ha llegado hasta nosotros.
Un saludo cargado de admiración y afecto a todos los catequistas, y que el Señor siempre guíe sus pasos.

domingo, 17 de agosto de 2014

Carta de un hijo a sus padres separados.



No traten de disipar mi dolor con grandes regalos y diversiones. Me duele el corazón y éste no sana con risas sino con caricias. Todo lo que necesito es la garantía de que, aunque estén separados, ninguno de los dos me abandonará.
Díganme con palabras y actitudes que puedo seguir amándolos a los dos y ayúdenme a mantener una relación estrecha con ambos. Después de todo, fueron ustedes quienes se escogieron mutuamente como mis padres.
No me pongan de testigo, de árbitro ni de mensajero en sus peleas y conflictos. Me siento utilizado y responsabilizado por arreglar un problema que no es mío.
Tengan en cuenta que todo lo que hagan para perjudicarse mutuamente, quiéranlo o no, en primer lugar me lastimará personalmente a mí.
No se critiquen ni se menosprecien delante de mí, así todo lo que digan sea la verdad. Entiendan que por malos que hayan sido como esposos, son mis padres y por lo tanto yo necesito verlos a ambos como lo máximo.
No peleen a ver cuál se queda conmigo, porque no soy de ninguno, pero los necesito a los dos. Recuerden que estar conmigo es un derecho, no un privilegio que tienen ambos y que tengo yo.
No me pongan en situaciones en que tenga que escoger con quién irme, ni de que lado estoy. Para mi es una tortura porque siento que si elijo a uno le estoy faltando al otro, y yo los quiero y los necesito a los dos.
Díganme que no tengo la culpa de su separación, que ha sido su decisión y que yo nada tengo que ver.
Aunque para ustedes esto sea obvio, yo me culpo porque necesito conservar su imagen intacta, y por lo tanto, el único que puede haber fallado debo ser yo.
Entiendan que cuando llego furioso después de estar con mi padre/madre, no es porque él/ella me envenene sino que estoy triste y tengo rabia con ambos porque ya no puedo vivir permanentemente con los dos.
Nunca me incumplan una cita o una visita que hayan prometido. No tienen idea de la ilusión con la que espero su llegada, ni el dolor tan grande que me causa ver nuevamente que han fallado.
Denme permiso de querer a la nueva pareja de mi padre/madre. Aunque en el fondo del alma me duele aceptarla, yo quiero ganármela para no perder al padre/madre que pienso que me dejó por ella.
No me pidan que sirva de espía ni que les cuente cómo vive o qué hago con mi otro padre. Me siento desleal para con él, y no quiero ser un soplón.
No me utilicen como instrumento de su venganza, contándome todo lo malo que fue mi padre/madre. Lo único que con seguridad lograrán es que me llene de resentimiento contra quien trata de deteriorarme una imagen que necesito mantener muy en alto.
Asegúrense que comprendo que aunque su relación matrimonial haya terminado, nuestra relación es diferente y siempre seguirá vigente.
Recuerden que aunque la separación pueda constituir para ustedes una oportunidad para terminar con un matrimonio desdichado o para establecer una nueva relación, para mí constituye la pérdida de la única oportunidad que tengo para criarme al lado de las personas que más amo y necesito: mi papá y mi mamá.
Recuerden que lo mejor que pueden hacer por mí ahora que ya no se aman, es respetarse mutuamente.


viernes, 15 de agosto de 2014

La Asunción de la Virgen.



                                                                     Fray Luis de León
Oda a la Asunción

Al cielo vais, Señora,
y allá os reciben con alegre canto.
¡Oh quién pudiera ahora
asirse a vuestro manto
para subir con vos al monte santo!

De ángeles sois llevada

de quien servida sois desde la cuna,
de estrellas coronada:
¡ Tal Reina habrá ninguna,
pues os calza los pies la blanca luna!

Volved los blancos ojos,

ave preciosa, sola humilde y nueva,
a este valle de abrojos,
que tales flores lleva,
do suspirando están los hijos de Eva.

Que, si con clara vista,

miráis las tristes almas desde el suelo,
con propiedad no vista,
las subiréis de un vuelo,
como piedra de imán al cielo, al cielo.



15 de Agosto Asunción de la Santísima Virgen María.



“¡Oh Virgen Inmaculada, Madre de Dios y Madre de los hombres! Nosotros creemos, con todo el fervor de nuestra fe, en tu asunción triunfal en cuerpo y alma al cielo, donde sos aclamada Reina por todos los coros de los Ángeles y por toda la legión de los Santos; y nosotros nos unimos a ellos para alabar y bendecir al Señor, que te ha exaltado sobre todas las demás criaturas, y para ofrecerte el aliento de nuestra devoción y de nuestro amor. Sabemos que tu mirada, que maternalmente acariciaba la humanidad humilde y doliente de Jesús en la tierra, se sacia en el cielo a la vista de la humanidad gloriosa de la Sabiduría increada y que la alegría de tu alma, al contemplar cara a cara a la adorable Trinidad, hace exultar vuestro Corazón de inefable ternura; y nosotros, pobres pecadores, a quienes el cuerpo hace pesado el vuelo del alma, te suplicamos que purifiques nuestros sentidos, a fin de que aprendamos desde la tierra a gozar de Dios, sólo de Dios, en el encanto de las criaturas. Confiamos que tus ojos misericordiosos se inclinen sobre nuestras angustias, sobre nuestras luchas y sobre nuestras flaquezas; que tus labios sonrían a nuestras alegrías y a nuestras victorias; que escuches la voz de Jesús, que te dice de cada uno de nosotros, como de su discípulo amado: Aquí está tu hijo; y nosotros, que te llamamos Madre nuestra, te elegimos, como Juan, para guía, fuerza y consuelo de nuestra vida mortal. Tenemos la vivificante certeza de que tus ojos, que han llorado sobre la tierra regada con la Sangre de Jesús, se volverán hacia este mundo, atormentado por la guerra, por las persecuciones y por la opresión de los justos y de los débiles, y entre las tinieblas de este valle de lágrimas esperamos de tu celestial luz y de tu dulce piedad, alivio para las penas de nuestros corazones y para las pruebas de la Iglesia y de la patria. Creemos, finalmente, que en la gloria, donde reinás vestida de sol y coronada de estrellas; Tu eres, después de Jesús, el gozo y la alegría de todos los Ángeles, de todos los Santos; y nosotros, desde esta tierra donde somos peregrinos, confortados por la fe en la futura resurrección, volvemos los ojos hacia Vos, vida, dulzura y esperanza nuestra. Atraenos con la suavidad de tu voz para mostrarnos un día, después de nuestro destierro, a Jesús, fruto bendito de tu seno, ¡oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!” (Oración del Papa Pío XII, al definir el dogma de la Asunción, en noviembre del año 1950)


martes, 12 de agosto de 2014

Historia de un Ángel.



Había una vez una niñita sentada en un parque. Todos le pasaban por el lado y nunca nadie se detenía a preguntarle que le ocurría. Vestida con un traje descolorido, zapatos rotos y sucios, la pequeña niña se quedaba sentada mirando a todo el mundo pasar. Ella nunca trató de hablar, no dijo una palabra.

Muchas personas pasaron pero nadie se detuvo. Al día siguiente yo decidí volver al parque a ver si la pequeña niña estaba ahí.

Sí, ahí estaba. En el mismo lugar en el que estaba ayer. Con la misma mirada de tristeza en sus ojos. Me dirigí hacía ella; al acercarme note que en su espalda había una joroba.

Ella me miró con una tristeza tan profunda que me rompió el alma. Me senté a su lado y sonriendo le dije:"hola". La pequeña me miró sorprendida y con una voz muy baja respondió a mi saludo.

Hablamos hasta que los últimos rayos de sol desaparecieron. Cuando solo quedábamos nosotros dos y la oscuridad alrededor, le pregunté por qué estaba tan triste.

La pequeña me miró y con lágrimas en los ojos me dijo: "Porque soy diferente".

Yo respondí con una sonrisa: "Lo eres".

Y ella dijo aún más triste: "Lo sé".

Yo le dije: "Pequeña, ser diferente no es malo. Tu me recuerdas a un Ángel, dulce e inocente".

Ella me miró, sonrió y por primera vez sus ojos brillaron con la luz de la alegría.

Despacio ella se levantó y dijo: "¿Es cierto lo que acabas de decir?".

"Sí", yo le respondí. "Eres como un pequeño Ángel guardián enviado para proteger a todos los que caminan por aquí".

Ella movió su cabeza afirmativamente y sonrió. Ante mis ojos algo maravilloso ocurrió. Su joroba se abrió y dos hermosas alas salieron de ahí.

Ella me miró sonriente y dijo: "Yo soy tu Ángel guardián".

No sabía que decir.

Ella me dijo: "Por primera vez pensaste en alguien mas. Mi misión está cumplida".

Yo me levanté y pregunté por qué nadie le había ayudado.

Ella me miró y sonriendo dijo: "Tú eres la única persona que podía verme". Y ante mis ojos desapareció.

Después de ese encuentro mi vida cambió dramáticamente. Cuando pienses que solo te tienes a ti mismo, recuerda que tu Ángel guardián está siempre pendiente de ti.

Autor Desconocido



La mano.


Un matrimonio de ateos tenía una hija de 5 años. Los padres jamás le hablaron de Dios.

Una noche, luego de una ardiente discusión, los padres de esta niña se pelearon y el papá le disparó a la mamá. Luego el papá se abocó el arma en la sien y se suicidó. Todo esto ocurrió delante de la niña, que posteriormente fue enviada a un hogar adoptivo.

Tiempo después tuvo la fortuna de ser adoptada por un cariñoso matrimonio. Su nueva mamá, llamada Cristina, la llevó un día a la iglesia.
Allí se dio cuenta que la niña no solo no había ido nunca a una iglesia, sino que no había escuchado nunca hablar de Jesús.

Ese mismo día, Cristina le explicó a la maestra de la escuela dominical que la niña jamás había escuchado hablar de Jesús y le pidió que comenzara a enseñarle a la niña quién era Él.

Así fue que la maestra, al día siguiente, ingresó al aula con un cuadro de Jesús y pregunto al salón: "¿Alguno de ustedes sabe quién es esta persona?"
Y ante su enorme sorpresa, fue la pequeña niña quien respondió: "Yo lo sé, ese es el hombre que estuvo tomando mi mano la noche en que mis padres murieron”.



jueves, 7 de agosto de 2014

Oración a San Cayetano.



Para Pedir Grandes Milagros
 Glorioso San Cayetano, 
aclamado por todos los pueblos 
Padre de providencia porque socorres con grandes milagros 
a cuantos te invocan en sus necesidades: 
Acudo a tu altar, suplicando que presentes al Señor 
los deseos que confiadamente deposito en tus manos.
 (Aquí se expresan las gracias que se desea obtener) 
Haz que estas gracias, que ahora te pido, 
me ayuden a buscar siempre el Reino de Dios y su Justicia, 
sabiendo que Dios, que viste de hermosura las flores del campo 
y alimenta con largueza las aves del cielo,
me dará las demás cosas por añadidura.
Amén.


miércoles, 6 de agosto de 2014

La Transfiguración del Señor.



Hoy celebramos la Fiesta de la Transfiguración del Señor. Pidamos a Dios que realice en nosotros una "transfiguración interior" que nos permita contemplar su divinidad.

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de este, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús. Entonces Pedro le dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Cuando aún estaba hablando una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: «Éste es mi hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo». Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: «Levántense y no teman». Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie sino a Jesús.
Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos». Mateo 17 1 al 9

«La montaña en la Biblia representa el lugar de la cercanía con Dios y del encuentro íntimo con Él; el lugar de la oración, donde estar en la presencia del Señor.
Jesús se aparta con tres de sus apóstoles para orar. Los tres discípulos que serían testigos del abatimiento de Jesús en Getsamaní, fueron elegidos antes para ver su gloria en el Tabor.
¿Qué sentido tiene este detalle para Él? Sin duda alguna Jesucristo escogió un lugar adecuado para ofrecer una señal de su divinidad.
Jesús, para sus apóstoles, es el maestro y el guía de sus vidas, pero es fácil comprender que con el transcurrir del tiempo y las largas horas en su compañía perdieran de vista que Jesús era también el Mesías. En el capítulo 16 de este mismo evangelio de Mateo podemos leer cómo Pedro realiza su confesión de fe, y manifiesta por primera vez que Cristo es el Mesías, el enviado por Dios para redimir al mundo. Probablemente los milagros y curaciones no lograban mantener esta llama de fuego interior, que es la fe, en el corazón de los apóstoles, y Jesús quiso transfigurarse delante de ellos, es decir, mostrarse en toda su divinidad.
Nuestra fe es endeble, pobre. Cuando realmente conectamos con nuestro interior, escuchamos a Jesús en el silencio, nos damos cuenta que a través de Él Dios nos ama, nos perdona y nos acoge.
También nosotros podemos ser como los apóstoles. Los hechos extraordinarios o milagrosos no son suficientes para mantener viva nuestra fe. En ocasiones pueden ayudarnos, pero la realidad es que a Cristo, a Dios, se le conoce en el diálogo, es decir, en la oración. Se trata de un anticipo de nuestra esperanza. Jesús transfigurado es el modelo en el que seremos transformados. Pero antes hay que escucharle, hay que seguirle, hay que subir con él hasta la cruz, hay que entrar en la nube de Dios. La cruz es la gran teofanía de Dios, y es amando hasta la muerte como nos transformaremos definitivamente. No es cuestión de hacer chozas en el monte, sino de bajar a las simas donde sufren los hermanos.
Pidamos a Dios que realice en nosotros una "transfiguración interior" que nos permita contemplar su divinidad con el fin de conocerle y amarle cada día con más intensidad.

Oremos.
Señor, sólo Tú eres la respuesta a todos mis anhelos y aspiraciones. Concédeme saber escucharte siempre para poder discernir el bien y el mal y, con tu gracia, podré adherirme a tu voluntad. Gracias por recordarme que nunca debo temer, porque Tú siempre estás conmigo, llenando mi vida de dones que tristemente, en ocasiones, dejo pasar. Amén



martes, 5 de agosto de 2014

Fiesta de la Basílica de Santa María la Mayor.


Hoy 5 de agosto, se celebra la consagración de esta famosa Basílica construida por el Papa Sixto III, en el año 432, en recuerdo del Concilio de Efeso que en el año 431 había definido que María sí es Madre de Dios. Esta basílica ha sido remodelada y hermoseada durante siglos y su torre fue por mucho tiempo la más alta de Roma.
Los inicios de esta famosa basílica se remontan a una antigua leyenda. Ésta señala que por revelación divina, una matrimonio italiano, profundamente piadoso y solidario, llegaron a un paraje del Monte Esquilino el cual esta cubierto de nieve. El monte blanco era el lugar donde ellos debían eregir un templo dedicado a la Madre de Dios.
Pronto, el templo mariano fue una instancia donde miles de feligreses de todas partes del mundo acudían para venerar y honrar con oraciones y cantos a la Virgen Madre que tomó el nombre de Virgen de las Nieves.
Los católicos han tenido siempre mucha veneración por la Basílica de Santa María la Mayor, por haber sido el primer templo dedicado a Nuestra Señora en Roma, y porque la antigua leyenda de las nieves que cayeron en el sitio donde iba a ser construida, recuerda a los fieles que cuando lleguen los ardores de las pasiones y el fuego de las adversidades, la Madre de Dios puede traer desde el cielo las nieves de las bendiciones divinas que apaguen las llamas de nuestras malas inclinaciones y calmen la sed de los que ansían tener paz, santidad y salvación.
fuente: http://www.aciprensa.com/


viernes, 1 de agosto de 2014

Las tres rejas.



El joven discípulo de un filósofo sabio lo visita y le dice:
- Maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de vos con malevolencia.
- ¡Espera! lo interrumpe el filósofo ¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme? 
- ¿Las tres rejas?
- Si. La primera es la VERDAD. ¿Estás seguro de que lo que querés decirme es absolutamente cierto?
- No. Lo oí comentar a unos vecinos.
- Al menos lo habrás hecho pasar por le segunda reja, que es la BONDAD. ¿Es bueno para alguien lo que me vas a decir?
- No. en realidad no. Al contrario ...
- La última reja es la NECESIDAD ¿Es necesario hacerme saber lo que tanto te inquieta?
- A decir verdad, no.
- Entonces, dijo el sabio sonriendo, si no es VERDADERO, ni BUENO, ni NECESARIO, sepultémoslo en el olvido.